24 X SEGUNDO
PROGRAMA DE RADIO
MAYTE ACOSTA

No acostumbro hablar mucho de cine, la verdad conozco poco del tema, algunos términos cinematográficos me son de difícil comprensión, pero la gente piensa que sí, que se mucho de todo, o de casi todo. Es imposible designar tanta responsabilidad en una persona. Todo mi vida he visto películas extrañas, las películas raras son las que llamamos de arte, si vemos películas de arte sabemos que estamos preparados para todo lo que del arte devenga. Lo digo porque, y no tengo empacho en decirlo, para ver películas de este tipo se requiere de cierto estado de ánimo. El cayo que yo he generado para soportar este tipo de cine se lo debo al embotamiento de cine ruso que me tuve que zampar toda mi infancia.

El cine ruso que era entonces cine soviético tenía el honorable defecto que era de tipo no denso, sino extremadamente aburrido, era tan aburrido que uno siempre esperaba que dejara de serlo, porque era imposible entender como era posible que a alguien se le ocurriera poner cine de ese tipo en una isla de gente con sangre caliente. Era una extremada sensación de angustia el estar muriéndote de calor y un tipo en la pantalla televisiva, en blanco y negro además, caminando por una larga e infinita estepa. Alguna vez, el cantautor cubano VIRULO refería a esta película, de largos anocheceres, que repetían hasta el cansancio cada vez que se podía, o cada vez que no había nada que poner en la televisión. Esta película de aproximadamente cuatro horas, cuatro terribles horas de un personaje que de espaldas caminaba por aquella tupida nieve, profunda e intransitable en pos de ir a visitar a su abuela. Es inexplicable como un niño, entonces yo una niña, no es que yo sea ahora niño, podía estar todo ese tiempo en la zozobra de saber si llegará o no, si encontrará a la abuela viva, pero siempre el final era el mismo, el pobre señor llega, toca la puerta y se acaba la película, ¡que frustración dios mío!.

Todo esto deviene de que los canales culturales, pocos en México por cierto; procuran pasar cine de calidad, de vez en cuando uno se encuentra cosas interesantes, y a partir de ahí la gente genera cierta actitud. Mi hijo dice que no veo casi cine de arte o cuando lo veo se burla un poco refiriendo que lo veo porque es de arte y entonces supongo que querrá decir que soy una snob, pues no. Insisto en que tiene que ver con que mi cerebro se ocupó de cosas espesas en la infancia, mi cerebro se amaestró, un poco sí, un poco también es mi profesión y el deber de ver, para poder ser, digo, pues, mejor. No significa que no pueda emitir opiniones al respecto de películas que veo, incluso cuando no las veo bien, hay cosas que me son obvias, que se evidencian ante mí: la fotografía, la intertextualidad, las actuaciones, la historia, a veces puedo ver la singularidad, pero generalmente mis opiniones son mas inelegantes.

Por ejemplo, alguien el otro día hablaba del cine de Ingmar Bergman, el director de teatro y cine sueco, hablaba con aparente soltura, parecía que dominaba el tema, yo empecé a temblar, me puse incómoda, bueno, sentí incomodidad que no es lo mismo, sentí eso porque en realidad sabía que me iban a solicitar alguna opinión, o al menos tenia que hacer como que me interesaba. Algunos empezaron a definir el cine de Bergman, definiciones como estas: es la cotidianidad pura, es la vida sencilla de cualquier familia, es la densidad sueca de la vida, es un estilo sueco, es un cine distinto, es difícil de entender, es largo pero esencializa el comportamiento humano. Fíjense ustedes que definiciones tan irreverentes, tan sustanciosas, que iba yo a decir al respecto, terrible cuando llegó mi turno, uno sabe cuando pasa eso. Bueno, dije, mi definición del cine de Bergman, en una breve descripción sería: comienza con una mujer asomada en una ventana, y uno supone: mira la nieve, espera a alguien, reflexiona, media hora después uno piensa que quizá no tiene nada que hacer, que le gusta mirar por la ventana y uno también quiere mirar por la ventana, de repente, 10 minutos después se enfoca a un sillón, y uno piensa, yo creo que ya se cansó la mujer que mira por la ventana, seguro se sienta, no se sienta, nadie se sienta, y llega alguien, casi no se ve, uno sabe que llega porque habla en sueco, ella, la de la ventana, la que no se sentó, le pide el divorcio. Pues sí, es posible que eso sea muy sustancioso, cotidianidad pura, ¡pero madre mía, que he hecho yo para merecer esto!.

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