¡CUANDO SE ACABA EL BOSQUE!
PROGRAMA DE RADIO
MAYTE ACOSTA
Un viaje corto a San Luis Potosí este pasado fin de semana formó parte de varias reflexiones. Algunas de ellas se generan desde nuestro mundo contemporáneo y otras aparecen con un sentido alejado en mi memoria. Este sentido es uno que establece mis múltiples faltas de fe en la humanidad. Conste que hoy no me siento Leonardo di Caprio en los premios Oscars intentando ser una pacifista, ecologista, humanista o chantajista. Intento decir que a veces el alma te regresa al cuerpo cuando frente a ti aparece el mundo humano, ese por el que nos hemos muerto cada día, algunos, los idealistas, los amorosos que no callan.
No debo decir a que fui a San Luis Potosí, sencillamente porque no encajaría con lo que he dicho anteriormente, no encajaría porque puede sonar pretensioso, me interesa decir que fui recibida por una apenas conocida que ahora mismo deseo su amistad infinita, fui recibida con el desinterés de los humildes y de los buenos de corazón. Y caminé por las calles del centro descubriendo de nuevo una ciudad que antañamente me había sobrecogido y sobrecongelado claro, porque no hay frio mas frio que ese frio que persiste en los huesos de la memoria potosina, ahora que regresé persiste ese frio hiriente que se calma con frutos desérticos en salmuera, gorditas de maíz martajado con huevo rojo, enchiladas de ajonjolí, de tamarindo, rojas, verdes, raras, buenas, ricas, sabrosas, escandalosamente delirantes. Un queso relleno de queso que acompaña muy bien a la cecina, sin perder de vista a los frijoles que no le pertenecen a nadie en especifico, pero que solo los diferencia la mano de la cocinera y un final contento que repleta bandejas de banderillas chorreadas de cajeta de cabra y horneadas a un calor suave que alegran un café de olla de cualquier mediodía.
San Luis potosí parece no tener defectos, y los tiene, sino que chiste, pero los disimula con sus barandales modernistas, que aparecen de repente, enfrentando edificios porfirianos, que compiten con un poco del barroco que el tiempo de los políticos le han dejado a una ciudad que bastiona su entorno a pesar de las destrucciones arquitectónicas a lo largo de su historia. El Teatro de la Paz se defiende con sus columnas neoclásicas, su aspecto italiano y francés, su principio del siglo XX, con una antigüedad diminuta, pero con una estética familiar dentro de una ciudad que supura eclecticismo, para ser uno de los cuatro teatros mas importantes de México. Enfrente el Museo de la Máscara conmueve porque aparece el Art Noveau en un juego entrañable de escaleras que no tienen serpientes, pero serpentean. Salones llenos de máscaras, con la debilidad de esta reflexión el día de hoy, graves problemas de investigación, falta de cédulas y fichas técnicas, y te das cuenta que volvemos al tema de los museos en esta pasmosa realidad mexicana. Una representación de un huichol con pavos reales en sus ropajes y un enorme TE AMO en la parte trasera, y me pregunto, porque yo siempre me pregunto cosas por eso me quieren tanto. ¿Qué no estamos frente a la cultura Wixarika? ¿Qué no estamos frente a una cultura que enfrenta un entorno desértico? ¿Hay pavos reales en el desierto?. Pero he dicho que San luis Potosi sabe disimular sus defectos cuando puedes ver y sentir todo lo ya dicho y disfrutar de un centro de las artes enclavado en una antigua cárcel, que depura una escuela, silencio puro de un paisajismo que no le importa el agua, porque San Luis solo necesita refrigerar sus sueños en su propio paisaje, al que uno de sus grandes poetas Manuel José Othon dedicó los mas fastuosos poemas.
Allí está su casa, en el centro, casi ningún potosino común y corriente lo conoce, ¿triste no? Pero hoy lo salvamos en todos los recuerdos. Michoacán ha sido retratado en su vegetación exuberante, porque los humanos tenemos una tendencia a los paisajes boscosos, marinos, claros, floridos y pocos reconocemos la belleza del desierto. Hoy diremos a través del enorme Jose Othon que la poesía reivindica una vez mas las estéticas desfavorecidas, lo haremos a través de este potosino que logró analogizar lo paisajístico con las emociones humanas, y de eso hablamos hoy. A través de su poema IDILIO SALVAJE hagamos un selección de fragmentos y conozcamos San Luis Potosí desde las entrañas del arte.
Mira el paisaje,
árido y triste, inmensamente triste.
bien vengas al salvaje
desierto
Mira el paisaje: inmensidad abajo,
inmensidad, inmensidad arriba;
en el hondo perfil, la sierra altiva
al pie minada por horrendo tajo.
Bloques gigantes
roca viva;
sabana pensativa
y adusta, ni una senda ni un atajo.
asoladora atmósfera candente
águilas serenas
como clavos que se hunden lentamente.
Silencio, lobreguez pavor tremendos
estepa maldita
El viento
húmeda neblina,
un infinito y solitario beso.
Y allí estamos nosotros, oprimidos
por la angustia de todas las pasiones,
bajo el peso de todos los olvidos.
¡El desierto, el desierto... y el desierto!
PROGRAMA DE RADIO
MAYTE ACOSTA
Un viaje corto a San Luis Potosí este pasado fin de semana formó parte de varias reflexiones. Algunas de ellas se generan desde nuestro mundo contemporáneo y otras aparecen con un sentido alejado en mi memoria. Este sentido es uno que establece mis múltiples faltas de fe en la humanidad. Conste que hoy no me siento Leonardo di Caprio en los premios Oscars intentando ser una pacifista, ecologista, humanista o chantajista. Intento decir que a veces el alma te regresa al cuerpo cuando frente a ti aparece el mundo humano, ese por el que nos hemos muerto cada día, algunos, los idealistas, los amorosos que no callan.
No debo decir a que fui a San Luis Potosí, sencillamente porque no encajaría con lo que he dicho anteriormente, no encajaría porque puede sonar pretensioso, me interesa decir que fui recibida por una apenas conocida que ahora mismo deseo su amistad infinita, fui recibida con el desinterés de los humildes y de los buenos de corazón. Y caminé por las calles del centro descubriendo de nuevo una ciudad que antañamente me había sobrecogido y sobrecongelado claro, porque no hay frio mas frio que ese frio que persiste en los huesos de la memoria potosina, ahora que regresé persiste ese frio hiriente que se calma con frutos desérticos en salmuera, gorditas de maíz martajado con huevo rojo, enchiladas de ajonjolí, de tamarindo, rojas, verdes, raras, buenas, ricas, sabrosas, escandalosamente delirantes. Un queso relleno de queso que acompaña muy bien a la cecina, sin perder de vista a los frijoles que no le pertenecen a nadie en especifico, pero que solo los diferencia la mano de la cocinera y un final contento que repleta bandejas de banderillas chorreadas de cajeta de cabra y horneadas a un calor suave que alegran un café de olla de cualquier mediodía.
San Luis potosí parece no tener defectos, y los tiene, sino que chiste, pero los disimula con sus barandales modernistas, que aparecen de repente, enfrentando edificios porfirianos, que compiten con un poco del barroco que el tiempo de los políticos le han dejado a una ciudad que bastiona su entorno a pesar de las destrucciones arquitectónicas a lo largo de su historia. El Teatro de la Paz se defiende con sus columnas neoclásicas, su aspecto italiano y francés, su principio del siglo XX, con una antigüedad diminuta, pero con una estética familiar dentro de una ciudad que supura eclecticismo, para ser uno de los cuatro teatros mas importantes de México. Enfrente el Museo de la Máscara conmueve porque aparece el Art Noveau en un juego entrañable de escaleras que no tienen serpientes, pero serpentean. Salones llenos de máscaras, con la debilidad de esta reflexión el día de hoy, graves problemas de investigación, falta de cédulas y fichas técnicas, y te das cuenta que volvemos al tema de los museos en esta pasmosa realidad mexicana. Una representación de un huichol con pavos reales en sus ropajes y un enorme TE AMO en la parte trasera, y me pregunto, porque yo siempre me pregunto cosas por eso me quieren tanto. ¿Qué no estamos frente a la cultura Wixarika? ¿Qué no estamos frente a una cultura que enfrenta un entorno desértico? ¿Hay pavos reales en el desierto?. Pero he dicho que San luis Potosi sabe disimular sus defectos cuando puedes ver y sentir todo lo ya dicho y disfrutar de un centro de las artes enclavado en una antigua cárcel, que depura una escuela, silencio puro de un paisajismo que no le importa el agua, porque San Luis solo necesita refrigerar sus sueños en su propio paisaje, al que uno de sus grandes poetas Manuel José Othon dedicó los mas fastuosos poemas.
Allí está su casa, en el centro, casi ningún potosino común y corriente lo conoce, ¿triste no? Pero hoy lo salvamos en todos los recuerdos. Michoacán ha sido retratado en su vegetación exuberante, porque los humanos tenemos una tendencia a los paisajes boscosos, marinos, claros, floridos y pocos reconocemos la belleza del desierto. Hoy diremos a través del enorme Jose Othon que la poesía reivindica una vez mas las estéticas desfavorecidas, lo haremos a través de este potosino que logró analogizar lo paisajístico con las emociones humanas, y de eso hablamos hoy. A través de su poema IDILIO SALVAJE hagamos un selección de fragmentos y conozcamos San Luis Potosí desde las entrañas del arte.
Mira el paisaje,
árido y triste, inmensamente triste.
bien vengas al salvaje
desierto
Mira el paisaje: inmensidad abajo,
inmensidad, inmensidad arriba;
en el hondo perfil, la sierra altiva
al pie minada por horrendo tajo.
Bloques gigantes
roca viva;
sabana pensativa
y adusta, ni una senda ni un atajo.
asoladora atmósfera candente
águilas serenas
como clavos que se hunden lentamente.
Silencio, lobreguez pavor tremendos
estepa maldita
El viento
húmeda neblina,
un infinito y solitario beso.
Y allí estamos nosotros, oprimidos
por la angustia de todas las pasiones,
bajo el peso de todos los olvidos.
¡El desierto, el desierto... y el desierto!
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