LA INDEFINICIÓN DEL ARTE
MHA. MARIA TERESA ACOSTA CARMENATE

 La realidad es el amparo de la existencia real y efectiva de algo, lo que conocemos como verdad, lo que ocurre verdaderamente, que tiene un valor  efectivo o práctico, en contraposición con lo ilusorio. ¿Entonces porque se dice que el arte es la representación verídica de la realidad? se ha repetido que parte de la manera sensible en la que se conoce el mundo, aspecto del cual se ocupa La Estética. La noción más elemental de lo que llamamos Estética, se remite, según Sánchez Vázquez al alemán Alexander Baumgarten quien hacia mediados del siglo XVIII “…construye la primera teoría estética sistemática a la que da, también por primera vez el nombre de Estética (del griego aisthesis, que significa literalmente “sensación”, “percepción sensible”…” (Sánchez Vázquez; 1992, p.26).  Alexander Baumgarten trata este tema novedoso para la época en su obra Reflexiones filosóficas acerca de la poesía (1735), y más tarde en su Aesthetica (1750). Cabe señalar que es posible transportar el concepto,  en cuanto a los estudios sobre el tema, a los filósofos de la Grecia clásica. Los antiguos griegos tenían un vocablo equiparable al actual concepto de estética, que era Filocalía que significa Amor a la belleza . Digamos entonces que en Grecia nació la estética como concepto, mientras que con Baumgarten se convirtió en una ciencia filosófica.
En la Época Moderna, Kant desarrolló la teoría idealista de las categorías. Las categorías, según él, son formas demostrativas de la contemplación y del entendimiento. Dice Kant que la belleza artística está en comunión con la natural según nos expresa en su libro Crítica del Juicio, por lo tanto un arte es bello mientras tenga la apariencia de la naturaleza, el ser humano es capaz de discernir cuando es arte y cuando es naturaleza, pero debe el arte aparecer como si naturaleza fuese o un producto de ella.
Para juzgar la belleza de los objetos es necesario el gusto, pero para la producción de estos objetos se necesita al genio, ni más ni menos;  y esta unión no es más que la imaginación y el entendimiento. El entendimiento es un principio del gusto: éste disciplina la emancipación sin rienda de la imaginación, y es entonces la imaginación la que permite la riqueza y la espiritualidad de la producción artística. La obra artística requiere entonces, imaginación, entendimiento, espíritu y gusto, con ellas se puede resumir la relación con la naturaleza de lo bello:
Cualidad: el gusto es la facultad de juzgar un objeto o una postura dada por la satisfacción o el desagrado desinteresado ante una forma. Se llama bello al objeto de este deleite. Volvemos a hallar aquí el criterio del desinterés de la actitud estética.
Cantidad: es bello todo aquello que gusta universalmente, sin necesidad del concepto. Aquí está la actitud del conocimiento, lo universalizable de hecho hasta el límite de su posible amplificación.
Finalidad (la relación): la belleza es la forma de la finalidad de un objeto en tanto es percibida sin la representación de un fin. Es el formalismo y la apariencia, el esquema, no una meta cierta,  es una orden sin más: es la maravilla inútil.
Modalidad: es bello lo que es reconocido sin concepto como objeto de una satisfacción necesaria. Aquí tenemos no solo lo universalizable de hecho, sino de derecho, es decir, lo necesario: lo normativo y apodíctico .
En fin que la dialéctica del juicio estético se nos presenta en contradicción.  Por un lado se entiende que el juicio del gusto no se funda en conceptos, porque es imposible su demostración, pero por otro lado debe fundarse en conceptos, sino como lo aprueban los demás. Esto es factible de resolverse, ya que, si el juicio del gusto no se funda en conceptos y por tanto no es un juicio del conocimiento, se establece en la misma facultad del juicio, propia del ser humano. Esta facultad crea en sí misma el acuerdo de las representaciones sensibles, entiéndase una idealidad del fin que se revela en la belleza, en donde se encuentran los objetos de los sentidos, veámoslo más claro.
SER HUMANO = SENSIBILIDAD Y ENTENDIMIENTO = VALOR DEL JUICIO DEL GUSTO = UNIVERSALIDAD (AUN CUANDO NO SE FUNDA EN CONCEPTOS)
Y esto nos interesa de Kant. Aunque su pensamiento se encuentre situado y sitiado en el mundo occidental, nos evoca la posibilidad de categorizar el  arte mediante el juicio estético, donde hay una intervención del sentimiento, del entendimiento y que común a un gusto, no se necesita un concepto para ello: se necesita sentir y comprender el fenómeno. El objeto entonces podemos colocarlo en su finalidad y en su infinitud, las razones por las cuales llegamos a este punto es porque todo objeto, toda forma, todo elemento etc. que la naturaleza o el ser humano ha creado tienen un fin, un objetivo, que reflexionado y entendido nos podrán llevar al juicio puesto en ese objetivo, el objeto puede poseer la fuerza abstracta del sentimiento, categorizado en el objeto, es como una muerte lenta definir cada extremo de arte subrayado en la memoria, es un desgaste emocional sin precedentes estéticos, sin permanencia de esa supuesta verdad que radica en los conceptos.
El arte así llamado manipula nuestra integridad forjada por esquemas simbólicos. En la historia de la humanidad se puede percibir la constancia del ser humano a la construcción de símbolos, esto está establecido en las teorías pedagógicas de Jean Piaget , donde plantea que los seres humanos poseemos pensamiento simbólico desde los 3 años, es decir que inconscientemente las formas o los objetos los convierte en símbolos. Una de las preocupaciones fundamentales radicaba en la supervivencia cotidiana, de ahí que se comprenda la presencia de escenas de cacería en el arte prehistórico. Otra de las inmensas angustias de la humanidad es el deseo de comprender y controlar las fuerzas naturales, la manera en la que se establecieron estrategias de control fue a través del camino de la representación de fenómenos, algunas veces de seres divinizados, estos miedos primordiales tomaron la fuerza de la representación simbólica.
Ante la necesidad de la compresión del universo se observarán constantemente en el recorrido de las representaciones simbólicas de la humanidad las distintas asociaciones entre elementos celestes, fenómenos naturales, la vida en la tierra y seres divinos. Estas asociaciones constituyeron las diversas cosmologías, mitologías y panteones de las multiculturas de este planeta. El desarrollo de las sociedades van de la mano con el desarrollo de sus símbolos, y una de las fórmulas frecuentes de este devenir histórico se establece en una cada vez más socializada fusión entre el arte y el simbolismo, sirva aclarar que no existe el arte sin que sostenga su relación con un pensamiento simbólico, pero el pensamiento simbólico no es necesariamente arte, sin embargo el arte y el simbolismo es una forma que permite comunicar un tangible deseo de identidad colectiva. Con lo anterior fueron percibiéndose sistemas simbólicos cada vez más complejos, como los sistemas de escritura, las formas de comprender el tiempo, el tiempo que desde las visiones más elementales siempre será un inexplicable entrometido que ha servido como explicación de las cosas, de los fenómenos y de la misma y básica espiritualidad del hombre, asi que el tiempo es uno de los elementos del mundo externo que inapresable ha sido planteado en comportamientos simbólicos.
Debemos entender que los símbolos no son siempre apresables, significa que un símbolo se nos presenta complejo cuando sale de nuestra comprensión cotidiana, o cuando su interpretación establece hilos que nos conducen a cuestiones que terminan también siendo abstractas o cuando concentra en su representatividad una narrativa extensa y explicativa del universo. Cuando su comportamiento es exegético de una realidad mucho más amplia; entonces es cuando podemos interpretar que el símbolo alcanza los niveles de categoría, que forma parte de un elemento fundamental, esencial y excepcionalmente intermediario que sin él no podrá determinarse otros significados, es cuando el símbolo se convierte en una excepción, sin él es imposible la lectura dentro del sistema simbólico, a esto le llamaremos categoría simbólica, esto es otra complejidad para la definición del arte.
Sin embargo, la necesidad de entenderlo puede ser visto como una forma de simplificarnos las cosas en cuanto a esa interpretación  de la naturaleza planteada por los griegos, o como el conocimiento de esa realidad conocida como verdad planteada por los renacentistas. Renacentista es La Gioconda, la cual posee la sonrisa más reprimida del mundo y por supuesto que la más arbitraria. Su sonrisa, llamada enigmática e incluso travesti es equivalente a un espejismo, porque su sonrisa jamás será risa. Su sonrisa, repito con firmeza, está evaluada en un juicio de valor tan sustancial como inconsistente, vacila ante otras interpretaciones,  y se vuelve a desnudar y desnudar ante el juicio de la historia, ver su sonrisa es enfrentarse a un convencionalismo. Ya no interesa en La Gioconda el sfumato, ni la línea oblicua de sus hombros, ni la perspectiva atmosférica, importa la sonrisa, pero importa porque los juicios ante ella se han convertido en universales, y eso de lo universal también tiene que ver con lo bello, porque ya expresaba Kant en el siglo XVIII que todo lo bello nos causa placer, aunque este sea desinteresado, y este placer se convierte en uno sustancialmente universal, asunto que niega toda capacidad subjetiva que posee la afectividad. Esto convoca a la duda definitivamente, y aunque es un hecho que cada intención refleja el pensamiento de cada época e incluso sus propias necesidades, el hecho de que cada obra de arte sea un producto único, nuevo e irrepetible nos eleva a la postura de que lo que importa es el centro de creatividad de cada artista o sencillamente ha cosas que importan mas que otras, pero definitivamente asumimos en los juicios las caracteristicas únicas e inconstantes de las culturas.
En base a estas cuestiones es muy difícil pensar en dilucidar en conceptos exclusivos, porque sería más fácil, aparentemente, razonar en definiciones personales, siempre y cuando esto se necesite. Parece que Hegel nos quiso llevar por ese camino cuando habló de: “ […] autoconciencia del espíritu y de la necesaria objetivación del hombre de plantearse el mundo”  . El mundo no es uno solo y nunca lo será, el mundo aquí es un comportamiento individual que conlleva sus propias interpretaciones. Un punto a tomar en cuenta puede ser el modo en el que se debe categorizar en culturas ancestrales americanas, fundamentalmente el llamado precortesiano en contraposición al pensamiento occidental. Claro está que si el pensamiento occidental concibe el dualismo, que no es ni más ni menos que una fuerza de contrarios, el modo en el que se categoriza es un modo que determinará lo jerárquico, se puede ejemplificar asi:
DIOS = LO BUENO, Y TODO LO QUE DE LO BUENO SE SEPA, VIENE DE DIOS, O TODO LO QUE DE DIOS PROVENGA ES BUENO

DIABLO= LO MALO, Y TODO LO QUE DE LO MALO SE SEPA, VIENE DEL DIABLO, O TODO LO QUE DEL DIABLO PROVENGA MALO ES.
Este ejemplo nos explica varias vicisitudes, por un lado la interrelación de las cosas que hablan de una categoría jerárquica, no se comprenda mal, no son Dios ni el Diablo categorías en sí, aunque su comportamiento sea jerárquico, Dios y el Diablo son aquello que Aristóteles llamaría substancia , por su comportamiento esencial, tanto Dios como el Diablo se convierten en terreno ejemplificador de cómo el mundo se debe categorizar, son carne de cañón, si es que el vulgo nos ayuda a explicar los comportamientos. Digamos que, si pensamos en Picasso, no pensamos que el pintor español sea una categoría, pero Picasso, al igual que Dios o que el Diablo son creadores, forjadores, comunicadores de mundos públicos que nos conectan con las categorizaciones de eso que necesitamos explicar, si Dios es bueno, lo bueno, es lo que categoría es, si el Diablo es malo, lo malo es lo que categoría es.
Picasso creó nuevas formas de concebir el arte; revoluciona la idea de la belleza porque pensaba que su arte no era bello ni buscaba lo bello. Lo bello es lo que categoría es, sin embargo, la forma en la que categorizamos desde occidente nos referirá a lo bueno y lo malo, como formas en las que el mundo se explica, pero también como la forma en la que el pensamiento occidental se manifiesta, o sea, contrarios irreconciliables, si para algunos lo que Picasso hizo no fue bello sino feo, seguimos en la irreconciliabilidad. Occidente piensa que si es una cosa no puede ser la otra, la categoría de lo feo es contraria a lo bello.
¿Qué ocurre cuando miramos un objeto? Menciono a Wolff (Wolff, 1979): “Las ondas luminosas reflejadas por el objeto llegan a nuestros ojos y, con ciertas modificaciones, impresionan la retina donde nos dan una imagen invertida que es enderezada al llegar al cerebro, donde además se asocia con diversas asociaciones y recuerdos. Esta imagen combinada es entonces proyectada sobre el objeto, el cual nunca rasga el velo de nuestra percepción. Nunca percibimos el mundo exterior sino en razón del nuestro propio” (P.52). Está claro entonces que la percepción no es distinta de lo que conocemos como imaginación, porque siempre se proyecta sobre las percepciones cierto nivel de entelequia. Distinguiéndose entre sensación, es decir, la recepción del estímulo y percepción que incluye el conocimiento de la existencia del objeto.
El arte por tanto no deja de tener ese perpetuo y necesario universo de características, porque al final de cuentas ha servido y sirve para alguien o para algunos, así que la percepción estética, entendiéndose aquí, como el individuo frente a sus emociones, es partida de relación más “verídica” de lo que el arte puede hacer con nosotros, atención cuando se dice “hacer con nosotros”, porque la expresión en sí misma es una sentencia de clasificación, ¿cuál en sí? La de que el arte nos manipula, nos dice lo que le interesa que sepamos y a veces lo que no, que tanto lo comprendemos ya no es un asunto que le corresponda al arte y mucho menos al artista, es un asunto meramente individual que tiene implicaciones contextuales y dinámicas, que absorben nuestra vida consciente o inconscientemente.
Si nos vamos por lo científico haciendo un comparativo diremos que: Si los objetos científicos no tienen por si mismos propiedades en común, tampoco hay objetos u obras de arte que tengan las mismas propiedades estéticas. El modo científico clasifica desde su visión estas diferencias y la estética considera al arte desde una interpretación subjetiva, qué más da, estamos en distintos espacios y tiempos, sentados o acostados,  pensando o no, perdidos en alguna ilusión, todos hacemos lo mismo pero no a la misma vez.
En este tenor se pudiera llegar a decir que incluso ningún artista pinta lo mismo  en cada intervalo, cada día sus objetos toman distintas acepciones, sus fundamentos se transforman, los materiales de trabajo se renuevan o se desgastan, cada color tendrá distinta seguridad ante la luz, o lo que es mejor, cada creador tendrá un día distinto cada vez, ¿por qué habría de ser el arte parte de una masa global de estricto significado?, es como si pensáramos que :¿aunque raza humana somos, no nos particulariza?, aunque aparentemente es deficiente esta analogía por lo que compete a rasgos comunes, sepamos que el arte, aquello que es necesariamente una actividad humana, ocupa de recursos extraordinarios para ser identificado como tal, uno fundamental “ la imaginación”, y esta no es colectiva, es de nueva cuenta un asunto personal.
Se pudiese pensar que  hemos dado definiciones, por ejemplo:
ARTE=  OBRA DE ARTE= PRODUCTO ÚNICO,  NUEVO E IRREPETIBLE
ARTE= CENTRO DE CREATIVIDAD DE CADA ARTISTA
ARTE= COMPORTAMIENTO INDIVIDUAL QUE CONLLEVA SUS PROPIAS INTERPRETACIONES
ARTE= MANIPULACIÓN
ARTE= IMAGINACIÓN
Sí hacemos cuenta de esto nos dejaríamos llevar por el camino falso del encasillamiento nuevamente, porque estos términos lo que persiguen es demostrar que el arte no puede ser parte de un colectivo convergiendo en una forma, y que esa forma denote el contenido, porque aunque ideas se compartan jamás serán planteadas igual, es como intentar definir el amor, es como encontrar los sentimientos en el otro de la misma forma que habitan en nosotros mismos. Se compendian definiciones azarosas como las que súbitamente extraje de  lo platicado en párrafos anteriores pero que como decía anteriormente son todas tan ciertas como tan etéreas y nos ayudan a entender con seguridad que es en definitiva el arte, así que continuaremos este camino que ya se ha vuelto divertido, ¿Porqué la filosofía no puede permitirse la diversión? Claro que sí, en eso estamos.
Hasta aquí parece un laberinto, y podemos entrar en coma ante algo que no sabemos definir, al menos hasta ahora, es muy posible que sea la única característica viable para el arte su interminable indefinición, y si esto fuera una realidad en cuanto a su esencia, no sería algo que nos asustase, por el contrario, quizás ya no perderíamos el tiempo y solo nos limitaríamos al disfrute de aquello que nos garantiza una complacencia estética y que nos ampara cada pedazo de nuestras emociones.
Ahora bien, en ese sentido irnos, puede ayudar a una constante del arte que es su comunicación o la comunicabilidad, el arte comunica, eso es algo que podemos constatar en cuanto algo nos signifique, pero sí: ARTE= COMUNICACIÓN, lo que trasmita es también una implicación meramente individual, pura y estrictamente individual. Puede considerarse al colectivo si el colectivo se enfrenta a una realidad que le es común, una relación ideológica por ejemplo o una necesidad de subsistencia, pero la percepción, la comunicación con la obra, lo que la misma comunique en cada uno tendrá aspectos distintivos. El arte no puede ser algo aprendido, no tenemos por qué aprender a comunicarnos con él, salvo que este aprendizaje sea una necesidad imperiosa, insisto, nuevamente personal de absorción de la obra misma.
El arte está presente en la vida de los hombres, como esa necesidad lúdica de relación con el mundo, es como si esto nos permitiera hacer una analogía con el asunto de la procreación humana, tener sexo para tener hijos es algo biológico con implicaciones sociales, pero tener sexo es una búsqueda del placer inherente al ser, como una única búsqueda, que a veces implica sentimientos, pero que se convierte en una necesidad no especulativa, sino útil para no sentirnos solamente parte de un mundo que sobrevive. El arte es una placentera estrofa de vida, que si bien no alimenta literalmente, produce el hastío necesario para conectarnos con la realidad profunda y misteriosa de cada ente vivo.
No es un juego, aunque sea de carácter sistemático, no es vacío aunque a veces no comunique a algunos, o incluso a la inmensa mayoría, pero es como la historia fantaseada de un contexto necesario de vida, que nos permite transitar por verdades personales e identificarnos con ellas. Así que el arte al menos tiene ese sentido de utilidad para relatar la vida del hombre, ese hombre crecido desde la alegría o la angustia, que crea y perfecciona lo que hace, pero que lo transmite en lo que se llama arte, que a veces podemos desconocer del todo. ¿Qué es? ¿ De qué se trata? Parece que no hay respuestas.
La relación con la realidad puede ser diversa nos explica Sánchez Vázquez: “Solamente puede ser propiamente artística en cuanto que: entraña la creación de una nueva realidad, implica una transformación de todo ingrediente real (como objeto, estímulo, motivación o punto de referencia de la obra de arte)” . Esta definición entraña un concepto abierto del arte, o sea, una realidad abierta, el arte no es una etapa histórica definida, sino lo que el arte es esencialmente, no que sea esencial porque represente un período determinado o un contexto en específico, es una actividad práctica creadora, individualizada, que puede llevar el reflejo de muchas cuestiones, pero que siempre parten de asuntos particulares. según Levi Strauss , en la introducción de su libro “Mitológicas” (lo crudo y lo cocido): “ […] mostrar de qué modo categorías empíricas,  tales como las de crudo y cocido, fresco y podrido, mojado y quemado, etc., definibles con precisión por la pura observación etnográfica y adoptando en cada ocasión el punto de vista de una cultura particular, pueden sin embargo servir de herramientas conceptuales para desprender nociones abstractas y encadenarlas en proposiciones” (P.16).  Lo que Strauss aporta a esta reflexión fundamental es que todos los seres humanos, absolutamente todos categorizamos el mundo, lo importante es descifrar, saber, comprender que no lo categorizamos igual. El reflejo artístico, por importante que sea en una etapa determinada del arte, no es sino una de las formas posibles de relación de este con la realidad, por tanto, el arte no necesariamente, ni todo el tiempo;  refleja la realidad tal como la concebimos en un concepto esquemático, sino que parte de asuntos, en muchos momentos esencialmente privativos.
El arte es un proceso de constante originalidad y creación y eso no es algo establecido como canon, para nada, porque su naturaleza es abierta y sobre todo cambiante, así que su definición y la aparente obsesión por realizarla no responden más que a la necedad humana de categorizarlo todo, de extender el diccionario como filosofía de vida. Es una práctica de nuestra imaginación, por el que crea y por el que asiste a su espectáculo y ahí está su función de expresividad y más agudamente su verdadero significado, aquel que es, desde la perspectiva del individuo ermitaño, que encuentra curioso o por curiosidad la sorpresa y la desintegración de la banalidad.
El camino es la experiencia, reducida a un ámbito espacial recortado con el ánimo de nuestras entrañas, producir arte quizás es un mero ejercicio espiritual que aunado a la propiedad de lo indescriptible, se puede analogizar con la idea misma de tener fe en algo, que no es palpable del todo ni es secundario tampoco, es el motor de la existencia de los que así lo han escogido. Es como todo en la vida, escogemos, sin darnos cuenta, o no, es como un camino claro o impetuoso de dudas, si los formalistas rusos plantean que el arte tiene la misión de elevar nuestra capacidad de sorpresa ante lo cotidiano, lo banal, lo evidentemente suyo ¿Por qué pretender esperar que el arte nos complazca, se asocie ha algo previamente establecido? dice Fernández (Fernández, 1990): “  […] la  belleza […] ni es autónoma, ni  intemporal, ni única, sino plural  y dependiente de sujetos de un tiempo y lugar […] las bellezas, que no la belleza,  son históricas, pertenecientes también a tiempos, lugares e intereses varios. La belleza es impura, puesto que es histórica” (P.7). Creo que la capacidad de sorpresa que vuelve a ser parte única de cada individuo es lo que de alguna forma garantiza la efectividad de un obra, sea esta cual fuere, que se asocie con esa capacidad de discurso personal del creador y que probablemente consiga emocionarnos.
Se ha planteado que el arte es aquel que las instituciones o particulares con intereses muy definidos, de conveniencias sociales establecen, y esto enseguida nos transporta hacia la idea del arte como parte de lo circunstancial, y es así, de ese modo nos movemos frente a él, porque es el exhibido, el aprobado, el deseado, el conveniente. Lo anterior es una realidad, sin que la podamos al parecer mover, pero si retomamos la idea de la sorpresa, si buscamos la conveniencia del asombro, si le volteáramos los ojos al esquema, sabemos que perderíamos la aceptación de los otros y no tendría sentido que exista La Historia del Arte, eso como consecuencia literal de este problema. Sin embargo el hecho de que se estudie Arte, o su historia, la establecida, la imaginada o la sustentada, nos da el permiso de encontrar nuevas huellas, no las que están solamente delante o detrás, sino aquellas intocables, las huellas desechadas, sería una manera de sorprendernos y sorprender.




Pongo de ejemplo al fotógrafo norteamericano, nacido en Effingham, Illinois Dave Nitsche, este multifacético creador empieza con la fotografía hace 20 años, pero también se ha dedicado en periodos de su vida a otras artes dejando de lado a la fotografía por momentos bastante extensos,  entre sus inquietudes ha sido la de guitarrista y diseñador gráfico, manifestaciones que ha llevado de igual forma a la práctica. En el 2002 retoma de nuevo la cámara esta vez en formato digital e intenta plasmar la emoción humana con ambientes no humanos, usando para ello maniquíes, cristal, armas, etc. Por varias razones, sus fotografías pueden llamarse expresionistas por todo el sentido de profundidad de sentimientos, del desgarre de una visión personal, pero además porque en sí misma, o sea, esta fotografía, nos conecta con lo que se ha dado a llamar arte conceptual. El artista no sólo hace uso de la tecnología, como lo es una cámara fotográfica, sino que antes de ello tiene el concepto concebido, la idea,  y la recrea primeramente en un montaje, aquí hay una visión estructurada, pero insisto, estructurada desde su voz interior, aunque parte de sus pretensiones sea la de exhibir su idea. Al final de cuentas hay rompimientos con esquemas de representación formal, y a la vez no, puede ser que alguna cultura, gobierno, institución etc. considere que esto no es sublime, ni digno de ser parte de la historia del arte, pero a mí me sorprende, no porque me gusten  solamente los colores de los líquidos de las jeringas, y me gustan porque me entiendo como una mujer alegre, caribeña, con necesidad de luz  y no de sombras, incluso puede desagradarme porque odio las inyecciones o porque temo a la muerte y esta calavera me la recuerda, a mi me sorprende por algo menos complicado, por el hecho de no ser literal, por complejizarme el camino, por permitirme pensar y el pensar es para mí un placer, así que me funde con mi propia intrínseca banalidad de ser yo misma. Me pregunto: ¿Estoy muerta y sonrío? ¿Puedo realmente tener tantas cosas en la cabeza? ¿Soy tan versátil? ¿No miro de frente? ¿Tengo esperanzas? ¿Sabran que no he muerto? ¿Me drogo? ¿Soy así de lista?...
No quiero ser simple, pero si esto es algo que dice Dave, como lo diga, o lo que haya querido decir, o lo que sin embargo dice, puede ser algo que yo piense o piense todo lo contrario, así que definitivamente el arte es tan indefinido como lo es el mismo ser humano que puede ser un Ser biológico conocido y desconocido para sí y hasta para la ciencia misma, ¿Por qué tendría que ser el arte excepcionalmente categórico, si esta hecho por el humano, por el humano convencido de su propia indefinición?. Enfrentarnos ante la común y a la vez distante manera en la que concebimos el mundo, ese mundo que se presenta simbólico nos destroza ante cosas ya aprendidas, y digo esto en función de la perspectiva de las entidades que se ostentan como occidentales en nuestro razonamiento. Podemos hablar de rasgos comunes en la experiencia estética y establecer un marco amplio del criterio estético y de las categorías en que éste se aplica, pero también hay que enfrentarse a la idea de realidad, que aunque seamos a través de ella, tal cual la vemos, también es cierto que la realidad se muestra como algo que está más allá de lo que alcanzamos a ver, en este punto Paz (Paz, 2009) reafirma que:“ Lo que llamamos obra de arte  - designación equivoca - sobre todo aplicada a las obras de las civilizaciones antiguas-  no es tal vez sino una configuración de signos” como menciona en su libro Los privilegios de la vista (P.22).

REFERENCIAS
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