¿QUÉ DIABLOS ES…?
PROGRAMA DE RADIO
MAYTE ACOSTA

Pensaba ayer en una reunión, mientras muchos se quejaban de la situación del país y ciertos comportamientos erráticos, no solo del gobierno sino de los individuos que conformamos la sociedad, pensaba, en serio, en que hemos involucionado en tantas cosas, y entonces entré en un sentimiento fatal que le llamamos desamparo. Alguien comentaba que habían hecho director de orquesta a un violinista solo por su talento, cuando en realidad eso no era suficiente ya que su talento es para el violín, y que los requisitos, reglamentos, leyes, lo que se nos ocurra, insista, en que alguien que dirija una orquesta de tal magnitud, debe tener la carrera de dirección orquestal, y que además el concurso debe ser nacional e internacional. Alguien mas comentó, que en el sitio donde trabaja, los chavos le han dicho que están ahí porque no la armaron en otras universidades y que saben que en esa si lo van a lograr, lo cual nos regresa a puntos ya tratados hasta el cansancio.

Hablábamos del poder, de lugares comunes como aquello de que el poder corrompe, desarrollamos una extensa conversación sobre la ética, y ahí caímos en varios aspectos que nos dejaron sin ninguna esperanza. La ética es una falacia, se dijo,  o al menos no se compensa ni con el sentido común, brincar los aspectos éticos profesionales es ser parte del juego, los que no, los que no sabemos las reglas del jueguito, los que no queremos participar del jueguito, los que nos oponemos al jueguito no somos bienvenidos. Alguien hablaba de que en su escuela hay demasiadas secretarias y que ninguna hace nada, su poder de intocables se establece en el amparo de un sindicato, y entonces alguien mas dijo: los sindicatos fueron destruidos en México, por eso estamos en el limbo, y yo dije, sí, pero también se han autodestruido y forman parte de algo que en México se osa llamar: mafia.

La palabra mafia en México ha obtenido nuevos significados, partiendo de sus miles de orígenes etimológicos, sabemos que mafia siempre será una sociedad de tipo iniciática, que tendrá sus propias reglas inviolables, y que todos sus individuos tendrán que acatarlas, porque la garantía no solo es la vida, es el poder. Entiéndase entonces que no hay necesidad de establecer un comercio tangible de productos que se someterán a la ilegalidad, sino que interpretado así, la mafia, y sus integrantes llamados mafiosos, solo tendrán que acatar esas reglas, no violarlas, con ello se mantendrán vivos y algún día les tocará premio, por supuesto que deben respetar, alabar, lamer, vanagloriar, ritualizar, reverenciar, someterse al que será siempre el cabecilla de esa Mafia.

Por eso en México una mafia es aquella que comercia desde las ideas políticas, que acapara espacios de poder público, que se amarra a la silla de una dirección, que van cambiando de puestos en diferentes gubernaturas etc. etc. Para poder tener esa movilidad se necesita una cantidad limitada de seudoleales que te harán pared en los temblores, incluso en tus propios temblores. Gente que se convertirá en espía, que mostrará amor a aquellos que considera enemigos del jefe, para así obtener información relevante que permita seguir traicionando, aunque eso de la traición es otro programa, dejémoslo en que les permita seguir disimulando lealtad, porque la lealtad es algo muy extraño, una palabra de conceptos enrarecidos en la actualidad.

Los procesos de involución entonces, no solamente son, en cuanto a lo que decía en un Seminario que tomo los viernes,  la imposibilidad de comprender la realidad, cuando ésta se puede conocer a través de lo sensible, es nuestra pérdida de sensaciones. Tenemos que volver a nuestro origen, a nuestro Homo Sapiens real, ese que sabia escuchar, ver, tocar, saborear, oler, quizá eso nos regrese el reconocimiento verdadero de las capacidades del otro, quizá eso nos humanice de una vez y por todas, quizá eso nos haga entender otra vez que diablos es la ética, que diablos es la justicia. En vista de contextualizarlo con la poesía, quien mejor que Eduardo Lizalde, quien en 1970 escribe el poemario “El tigre en la casa”, de él leeremos el número II, en su parte 2.

II. Grande es el odio
 2

Y el miedo es una cosa grande como el odio.
El miedo hace existir a la tarántula,
la vuelve cosa digna de respeto,
la embellece en su desgracia,
rasura sus horrores.
Qué sería de la tarántula, pobre,
flor zoológica y triste,
si no pudiera ser ese tremendo
surtidor de miedo,
ese puño cortado
de un simio negro que enloquece de amor.

La tarántula, oh Bécquer,
que vive enamorada
de una tensa magnolia.
Dicen que mata a veces,
que descarga sus iras en conejos dormidos.
   Es cierto.
pero muerde y descarga sus tinturas internas
contra otro,
porque no alcanza a morder sus propios
    miembros,
y le parece que el cuerpo del que pasa,
el que amaría si lo supiera,
es el suyo.

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