LA INDEFINICIÓN DEL ARTE
La realidad es el amparo de la existencia real
y efectiva de algo, lo que conocemos como verdad, lo que ocurre verdaderamente,
que tiene un valor efectivo o práctico,
en contraposición con lo ilusorio. ¿Entonces porque se dice que el arte es la
representación verídica de la realidad?, es como una muerte lenta definir cada
extremo de arte subrayado en la memoria, es un desgaste emocional sin
precedentes estéticos, sin permanencia de esa supuesta verdad que radica en los
conceptos.
El arte así llamado manipula
nuestra integridad forjada por esquemas simbólicos, el arte parece
simplificarnos las cosas en cuanto a esa interpretación de la naturaleza planteada por los griegos, o
como el conocimiento de esa realidad conocida como verdad planteada por los
renacentistas, y según decía Kant es una actividad libre y desinteresada, me
convoca a la duda definitivamente, y
aunque es un hecho que cada intención refleja el pensamiento de cada época e
incluso sus propias necesidades, el hecho de que cada obra de arte sea un
producto único, nuevo e irrepetible nos eleva a la postura de que lo que
importa es el centro de creatividad de cada artista.
En base a estas cuestiones
es muy difícil pensar en dilucidar en conceptos exclusivos, porque sería más
fácil, aparentemente, razonar en definiciones personales, siempre y cuando esto
se necesite, parece que Hegel nos quiso llevar por ese camino cuando habló de: “autoconciencia del espíritu y de la
necesaria objetivación del hombre de plantearse el mundo” (1954). Y como el
mundo no es uno solo y nunca lo será, el mundo aquí es un comportamiento
individual que conlleva sus propias interpretaciones. Plantearse el arte como
funcionalidad de carácter social no parece del todo absurda, al menos cuando
Freud determina que La Sublimación soporta en sus hombros la no locura, la
permanencia en este mundo de sociedades infinitas del ser que cuesta de vivir
en ella. El arte se mueve hacia la parte profunda de aquello que llamamos alma
y que no se encuentra fácilmente y que tampoco definimos con efectividad.
El arte por tanto no deja de
tener ese perpetuo y necesario universo de características, porque al final de
cuentas ha servido y sirve para alguien o para algunos, así que la percepción
estética, entendiéndose aquí, como el individuo frente a sus emociones, es
partida de relación más “verídica” de lo que el arte puede hacer con nosotros,
atención cuando se dice “hacer con nosotros”, porque la expresión en sí misma
es una sentencia de clasificación, ¿cuál en sí? La de que el arte nos manipula,
nos dice lo que le interesa que sepamos y a veces lo que no, que tanto lo
comprendemos ya no es un asunto que le corresponda al arte y mucho menos al
artista, es un asunto meramente individual que tiene implicaciones contextuales
y dinámicas, que absorben nuestra vida consciente o inconscientemente.
Si nos vamos por lo
científico haciendo un comparativo diremos que: Si los objetos científicos no
tienen por si mismos propiedades en común, tampoco hay objetos u obras de arte
que tengan las mismas propiedades estéticas. El modo científico clasifica desde
su visión estas diferencias y la estética considera al arte desde una
interpretación subjetiva, qué más da, estamos en distintos espacios y tiempos,
sentados o acostados, pensando o no,
perdidos en alguna ilusión, todos hacemos lo mismo pero no a la misma vez.
En este tenor se pudiera
llegar a decir que incluso ningún artista pinta lo mismo en cada intervalo, cada día sus objetos toman
distintas acepciones, sus fundamentos se transforman, los materiales de trabajo
se renuevan o se desgastan, cada color tendrá distinta seguridad ante la luz, o
lo que es mejor, cada creador tendrá un día distinto cada vez, ¿por qué habría
de ser el arte parte de una masa global de estricto significado?, es como si pensáramos
que :¿aunque raza humana somos, no nos particulariza?, aunque aparentemente es
deficiente esta analogía por lo que compete a rasgos comunes, sepamos que el arte,
aquello que es necesariamente una actividad humana, ocupa de recursos
extraordinarios para ser identificado como tal, uno fundamental “ la
imaginación”, y esta no es colectiva, es de nueva cuenta un asunto personal.
Se pudiese pensar que hemos dado definiciones, por ejemplo:
ARTE= OBRA DE ARTE=
PRODUCTO ÚNICO, NUEVO E IRREPETIBLE
ARTE= CENTRO DE CREATIVIDAD DE CADA ARTISTA
ARTE= COMPORTAMIENTO
INDIVIDUAL QUE CONLLEVA SUS PROPIAS INTERPRETACIONES
ARTE= MANIPULACIÓN
ARTE= IMAGINACIÓN
Sí hacemos cuenta de esto
nos dejaríamos llevar por el camino falso del encasillamiento nuevamente,
porque estos términos lo que persiguen es demostrar que el arte no puede ser
parte de un colectivo convergiendo en una forma, y que esa forma denote el
contenido, porque aunque ideas se compartan jamás serán planteadas igual, es
como intentar definir el amor, es como encontrar los sentimientos en el otro de
la misma forma que habitan en nosotros mismos.
Hasta aquí parece un
laberinto, y podemos entrar en coma ante algo que no sabemos definir, al menos
hasta ahora, es muy posible que sea la única característica viable para el arte
su interminable indefinición, y si esto fuera una realidad en cuanto a su esencia,
no sería algo que nos asustase, por el contrario, quizás ya no perderíamos el
tiempo y solo nos limitaríamos al disfrute de aquello que nos garantiza una
complacencia estética y que nos ampara cada pedazo de nuestras emociones.
Ahora bien, en ese sentido
irnos, puede ayudar a una constante del arte que es su comunicación o la
comunicabilidad, el arte comunica, eso es algo que podemos constatar en cuanto
algo nos signifique, pero sí: ARTE= COMUNICACIÓN, lo que trasmita es también
una implicación meramente individual, pura y estrictamente individual. Puede considerarse
al colectivo si el colectivo se enfrenta a una realidad que les es común, una
relación ideológica por ejemplo, una necesidad de subsistencia y fenómenos más,
pero la percepción, la comunicación con la obra, lo que la misma comunique en
cada uno tendrá aspectos distintivos. El arte no puede ser algo aprendido, no
tenemos por qué aprender a comunicarnos con él, salvo que este aprendizaje sea
una necesidad imperiosa, insisto, nuevamente personal de absorción de la obra
misma.
El arte está presente en la
vida de los hombres, como esa necesidad lúdica de relación con el mundo, es
como si esto nos permitiera hacer una analogía con el asunto de la procreación
humana, tener sexo para tener hijos es algo biológico con implicaciones
sociales, pero tener sexo es una búsqueda del placer inherente al ser, como una
única búsqueda, que a veces implica sentimientos, pero que se convierte en una
necesidad no especulativa, sino útil para no sentirnos solamente parte de un
mundo que sobrevive. El arte es una placentera estrofa de vida, que si bien no
alimenta literalmente, produce el hastío necesario para conectarnos con la
realidad profunda y misteriosa de cada ente vivo.
No es un juego, aunque sea
de carácter sistemático, no es vacío aunque a veces no comunique a algunos, o
incluso a la inmensa mayoría, pero es como la historia fantaseada de un
contexto necesario de vida, que nos permite transitar por verdades personales e
identificarnos con ellas. Así que el arte al menos tiene ese sentido de
utilidad para relatar la vida del hombre, ese hombre crecido desde la alegría o
la angustia, que crea y perfecciona lo que hace, pero que lo transmite en lo
que se llama arte, que a veces podemos desconocer del todo. ¿Qué es? ¿ De qué
se trata? Parece que no hay respuestas.
La relación con la realidad
puede ser diversa nos explica Sánchez Vázquez: “Solamente puede ser propiamente artística en cuanto que: entraña la
creación de una nueva realidad, implica una transformación de todo ingrediente
real (como objeto, estímulo, motivación o punto de referencia de la obra de
arte)” (2007).
Esta definición entraña un
concepto abierto del arte, o sea, una realidad abierta, el arte no es una etapa
histórica definida, sino lo que el arte es esencialmente, no que sea esencial
porque represente un período determinado o un contexto en específico, es una
actividad practica creadora, individualizada, que puede llevar el reflejo de
muchas cuestiones, pero que siempre parten de asuntos personales. El reflejo
artístico, por importante que sea en una etapa determinada del arte, no es sino
una de las formas posibles de relación de este con la realidad, por tanto, el
arte no necesariamente y todo el tiempo refleja la realidad tal como la
concebimos en un concepto esquemático, sino que parte de asuntos, en muchos
momentos esencialmente privativos.
El arte es un proceso de
constante originalidad y creación y eso no es algo establecido como canon, para
nada, porque su naturaleza es abierta y sobre todo cambiante, así que su
definición y la aparente obsesión por realizarla no responden más que a la
necedad humana de categorizarlo todo, de extender el diccionario como filosofía
de vida. Es una práctica de nuestra imaginación, por el que crea y por el que asiste
a su espectáculo y ahí está su función de expresividad y más agudamente su
verdadero significado, aquel que es, desde la perspectiva del individuo
ermitaño, que encuentra curioso o por curiosidad la sorpresa y la
desintegración de la banalidad.
El camino es la experiencia,
reducida a un ámbito espacial recortado con el ánimo de nuestras entrañas,
producir arte quizás es un mero ejercicio espiritual que aunado a la propiedad
de lo indescriptible, se puede analogizar con la idea misma de tener FE en algo,
que no es palpable del todo ni es secundario tampoco, es el motor de la existencia
de los que así lo han escogido. Es como todo en la vida, escogemos, sin darnos
cuenta, o si, es como un camino claro o impetuoso de dudas, si los formalistas
rusos plantean que: “El arte tiene la
misión de elevar nuestra capacidad de sorpresa o extrañeza ante lo cotidiano,
lo banal, lo evidentemente suyo” ¿Por qué pretender esperar que el arte nos
complazca, se asocie a algo previamente establecido? Creo que la capacidad de
sorpresa que vuelve a ser parte única de cada individuo es lo que de alguna
forma garantiza la efectividad de un obra, sea esta cual fuere, que se asocie
con esa capacidad de discurso personal del creador y que probablemente consiga
emocionarnos.
Se ha planteado que el arte
es aquel que las instituciones o particulares con intereses muy definidos, de
conveniencias sociales establecen, y esto enseguida nos transporta hacia la
idea del arte como parte de lo circunstancial, y es así, de ese modo nos movemos
frente a él, porque es el exhibido, el aprobado, el deseado, el conveniente. Lo
anterior es una realidad, sin que la podamos al parecer mover, pero si retomamos la idea de
la sorpresa, si buscamos la conveniencia del asombro, si le volteáramos los
ojos al esquema, sabemos que perderíamos la aceptación de los otros y no
tendría sentido que nos llamemos historiadores del arte, eso como consecuencia
literal de este problema. Sin embargo el hecho de que estudiemos Arte, o su
historia, la establecida, la imaginada o la sustentada, nos da el permiso de
encontrar nuevas huellas, no las que están solamente delante o detrás, sino
aquellas intocables, las huellas desechadas, sería una manera de sorprendernos
y sorprender.
Pongo de ejemplo al
fotógrafo norteamericano Dave Nitsche por varias razones, sus fotografías
pueden llamarse expresionistas por todo el sentido de profundidad de
sentimientos, del desgarre de una visión personal, pero además porque en sí
misma, o sea, esta fotografía, nos conecta con lo que se ha dado a llamar arte
conceptual. El artista no solo hace uso de la tecnología, como lo es una cámara
fotográfica, sino que antes de ello tiene el concepto concebido, la idea, y la recrea primeramente en un montaje, aquí
hay una visión estructurada, pero insisto, estructurada desde su voz interior,
aunque parte de sus pretensiones sea la de exhibir su idea. Al final de cuentas
hay rompimientos con esquemas de representación formal, y a la vez no, puede
ser que alguna cultura, gobierno, institución etc. considere que esto no es
sublime, ni digno de ser parte de la historia del arte, pero a mí me sorprende,
no porque me gusten solamente los
colores de los líquidos de las jeringas, y me gustan porque me entiendo como una
mujer alegre, caribeña, con necesidad de luz
y no de sombras, incluso puede desagradarme porque odio las inyecciones
o porque temo a la muerte y esta calavera me la recuerda, a mi me sorprende por
algo menos complicado, por el hecho de no ser literal, por complejizarme el
camino, por permitirme pensar y el pensar es para mí un placer, así que me
funde con mi propia intrínseca banalidad de ser yo misma. Me pregunto: ¿Estoy
muerta y sonrío? ¿Puedo realmente tener tantas cosas en la cabeza? ¿Soy tan
versátil? ¿No miro de frente? ¿Tengo esperanzas? ¿Sabran que no he muerto? ¿Me
drogo? ¿Soy así de lista?...
No quiero ser simple, pero
si esto es algo que dice Dave, como lo diga, o lo que haya querido decir, o lo
que sin embargo dice, puede ser algo que yo piense o piense todo lo contrario,
así que definitivamente el arte es tan indefinido como lo es el mismo ser
humano que puede ser un Ser biológico conocido y desconocido para sí y hasta
para la ciencia misma, ¿Por qué tendría que ser el arte excepcionalmente categórico,
si esta hecho por el humano, por el humano convencido de su propia indefinición?.
BIBLIOGRAFÍA
·
Sánchez Vázquez, Adolfo, “Invitación a la Estética”, De Bolsillo, México, 2007
·
Sánchez Vázquez, Adolfo, “La Definición del Arte”, De Bolsillo, México, 2007
·
G. W. F, Hegel, “Estética” tomo I, El Ateneo, Buenos Aires, 1954
·
Shiner, Larry, “La invención del arte”, Paidós,
España, 2004.
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