EL HUECO COMO MEDIO DE EXPLICACIÓN DEL MUNDO: ACERCAMIENTO
M.H.A. Maria Teresa Acosta Carmenate

Hay puntos sobre la manera en la que una categoría debe construirse que nos interesan en el proceso de comprensión del mundo prehispánico, o mejor expresado, en el proceso de construcción de una categoría simbólica dentro del mundo mesoamericano. La interrelación de cosas que dan lugar a categorías que recaen en determinaciones jerárquicas no es el comportamiento de las interrelaciones de cosas en el mundo mesoamericano. Partamos de una significación del universo y con eso rebatiremos cualquier postura que se interponga en el camino de las categorizaciones dentro del cosmos precortesiano, nada más cierto que las manifestaciones duales de un mundo y otro. Claro está que si el pensamiento occidental concibe el dualismo, que no es ni más ni menos que una fuerza de contrarios, el modo en el que se categoriza es un modo que determinará lo jerárquico, se puede ejemplificar así:
DIOS = LO BUENO, Y TODO LO QUE DE LO BUENO SE SEPA, VIENE DE DIOS, O TODO LO QUE DE DIOS PROVENGA ES BUENO
DIABLO= LO MALO, Y TODO LO QUE DE LO MALO SE SEPA, VIENE DEL DIABLO, O TODO LO QUE DEL DIABLO PROVENGA MALO ES.
El ejemplo anterior nos explica varias vicisitudes, por un lado la interrelación de las cosas que hablan de una categoría jerárquica, no se comprenda mal, no son Dios ni el Diablo categorías en sí, aunque su comportamiento sea jerárquico. Dios y el Diablo son aquello que Aristóteles llamaría substancia, por su comportamiento esencial, tanto Dios como el Diablo se convierten en terreno ejemplificador de cómo el mundo se debe categorizar, son carne de cañón, si es que el vulgo nos ayuda a explicar los comportamientos, digamos que, si pensamos en Picasso, no pensamos que el pintor español sea una categoría. Picasso, al igual que Dios o que el Diablo son creadores, forjadores, comunicadores de mundos públicos que nos conectan con las categorizaciones de eso que necesitamos explicar, si Dios es bueno, lo bueno, es lo que categoría es, si el Diablo es malo, lo malo es lo que categoría es.
Si Picasso creó nuevas formas de concebir el arte, Picasso revoluciona la idea de la belleza porque pensaba que su arte no era bello ni buscaba lo bello, lo bello es lo que categoría es. Sin embargo, la forma en la que categorizamos desde occidente nos referirá a lo bueno y lo malo, como formas en las que el mundo se explica, pero también como la forma en la que el pensamiento occidental se manifiesta, o sea, contrarios irreconciliables. Si para algunos lo que Picasso hizo no fue bello sino feo, seguimos en la irreconciliabilidad. Occidente piensa que si es una cosa no puede ser la otra, la categoría de lo feo es contraria a lo bello. Para comprender el pensamiento mesoamericano y la forma en la que se categoriza desde allí no necesitamos de lo anterior, más que para comparar y argumentar.
El mundo mesoamericano sostiene el pensamiento de contrarios reconciliables, abrazables; y este abrazo es estrecho, no porque no sea movible, todo lo contrario, sino porque uno depende del otro en una cofradía eterna, si vivimos ahora y después de la muerte, es lo mismo que si dijéramos que morimos ahora y después de la vida. Para poder equilibrar estos estados de constantes movimientos se necesita una centralidad que no solo rote sino que permita funciones de pasadizo, esa centralidad en sí misma adquirirá los niveles de categoría simbólica, para ello no se necesitan categorías jerárquicas, entiéndase como una categoría superior a otra, sino que la interrelación se da, no en forma triangular, sino que su comportamiento se establece lineal, esta linealidad posee tres maneras: horizontalidad, verticalidad y circularidad, si ejemplificamos con las categorías mesoamericanas de vida y muerte, se pensaría así:

VIDA CENTRO MUERTE


CENTRO


Por lo tanto, si Occidente considera una categoría como una jerarquía, con base en que su pensamiento es dualista contrariado, es inevitable pensar que esto no puede aplicarse a la forma en la que se comporta el mundo mesoamericano que habla de un pensamiento dualista cofrade. Este que es un ser de la dualidad, no tiene un arriba, como ya decíamos, sino que una categoría bien puede ser central, y asi debe de ser, porque no hay modo de explicar el pensamiento de Mesoamérica sin que este no refiera la dualidad, otro en otro, un ser dependiente de otro, un mundo rotativo, un camino adelante y atrás. Las categorías mesoamericanas no pueden construirse desde el aspecto occidental de categoría reinante, no es monárquico el mundo prehispánico, es un universo equilibrado, donde todo depende de todo para que el tiempo del ir y venir siempre regrese al tiempo donde todo es perfección.
Las categorías mesoamericanas son laterales y centrales que pueden moverse hacia arriba y hacia abajo. Justino Fernández plantea en relación con la descripción del ser humano precortesiano que:

“[…] fueron hombres con ideas, ideales y creencias religiosas, con hábitos y técnicas diferentes de los nuestros. Ellos expresaron en sus culturas sus maneras de vivir, de humanizar su mundo, y crearon sus obras de arte que son expresión de su conciencia, de su vida, de su visión del mundo, físico, humano, divino […]” .

La movilidad de las categorías mesoamericanas permite establecer su diferencia en la categorización del mundo. Todos aquellos elementos que utilice para representar esa movilidad tendrán un carácter simbólico, alcanzando una clasificación tan determinante como el de categoría simbólica, porque ese elemento movible o de transportación permitirá comprender un universo más complejo.
Las razones por las cuales no debemos partir de la estética occidental para comprender el arte prehispánico, son tan simples como complejas. Las reflexiones estéticas durante largos siglos han girado en torno a lo bello y la misma categoría en sí, en vinculación con otras: como lo feo, lo bueno, lo útil y así sucesivamente. Ante esta no resuelta problemática nos queremos enfrentar desde nuestra visión americana, en un sentido local, porque en definitiva también somos un concepto sui generis.
La situación histórica de las distintas ilustraciones de cambios de sensibilidad durante largos siglos, determinadas por los cambios también de categorías y reflexiones estéticas reafirmarían porque una realidad no puede ser categorizada de la misma manera que otra, es decir la posibilidad de comprender un fenómeno estético está determinado no solo por la cuestión histórica sino también por situaciones de tipo cultural. Podemos en palabras de Octavio Paz (Paz O. T., 2009). Explicar la situación que vivió la Coatlicue en sus enterramientos y desenterramientos:

La carrera de la Coatlicue- de diosa a demonio, de demonio a monstruo y de monstruo a obra maestra […] reflejan la progresiva secularización que distingue a la modernidad. Entre el sacerdote azteca que la veneraba como diosa y el fraile español que la veía como una manifestación demoniaca.

Si bien categorizar empeña lo real y lo espiritual, es viable imaginar lo posible ante la realidad prehispánica, que viaja dentro de estas posibilidades, determinadas en asuntos generales y esenciales. Las relaciones del hombre prehispánico con el mundo tiene las características de lo práctico-productivo y de lo práctico-utilitario-sagrado y esto definitivamente tiene una relación que se sabe simbólica y que además es inevitable en cuanto a lo perceptivo de su universo terrenal y celeste. El conocimiento del mundo no siempre tuvo la connotación de ciencia que ahora percibimos, para el hombre prehispánico este conocer era en función de lo místico- religioso.
¿Qué significa? Que no había una concepción estética de esa realidad, por lo tanto sin negar la posibilidad estética, de ese reconocimiento de ella: los objetos producidos son el entendimiento, la respuesta y hasta la misma pregunta a lo que no era más que un pensamiento provocado en dudas que se manifestaba de manera simbólica. Para nosotros, sin embargo, ante estos magníficos objetos, nuestra experiencia va conectada a la delirante experiencia estética. Y esto nos convoca a percibir cuestiones que aunque van de la mano con la casualidad, resumen una forma de evocar distinta a occidente. Digamos que:





EL MUNDO PARA EL HOMBRE PREHISPÁNICO

VISIBLE E INVISIBLE

ESTO CAUSA UN ESTÍMULO A NIVEL DE LOS SENTIDOS

COMO SE CATEGORIZA ESE MUNDO PREHISPÁNICO

VIDA Y MUERTE

ENTRE ELLAS HAY UN VACÍO QUE LLENAR, UN CENTRO DE EQUILIBRIO TAMBIEN NECESARIO DE CATEGORIZAR

Enfrentarnos ante la común y a la vez distante manera en la que concebimos el mundo, ese mundo que se presenta simbólico nos destroza ante cosas ya aprendidas, y se dice esto en función de la perspectiva de las entidades que se ostentan como occidentales en nuestro razonamiento. Podemos hablar de rasgos comunes en la experiencia estética y establecer un marco amplio del criterio estético y de las categorías en que éste se aplica, pero también hay que enfrentarse a la idea de realidad, que aunque seamos a través de ella, tal cual la vemos, también es cierto que la realidad se muestra como algo que está más allá de lo que alcanzamos a ver, en este punto Paz reafirma que:“ Lo que llamamos obra de arte - designación equivoca - sobre todo aplicada a las obras de las civilizaciones antiguas- no es tal vez sino una configuración de signos.”
En este punto tenemos que detenernos sobre lo que ya Justino Fernández había esbozado con respecto a este tema y que debemos anteponer, si bien la belleza, esta categoría estética de purezas occidentales ha regido no solamente en las opiniones sobre lo que arte es y lo que arte debe ser sino como conducta predispuesta en la psique humana de que arte es bello en cuanto no contradiga los principios esquemáticos de su hechura simétrica, proporcionada, imitativa, perspectivesca, areática, equilibrada etc. Este arte que en relación con la belleza se determina “puro” no es posible que contenga al arte prehispánico en su concepción estética puesto que el arte mexicano no cumple con esta parálisis del tiempo en un tiempo que se puede llamar el de la incólume belleza, sino como dice Fernández: “[…] sobre las bellezas impuras, históricas y particulares del arte mexicano.” De este modo asienta el mismo autor que:

[…] la belleza […] ni es autónoma, ni intemporal, ni única, sino plural y dependiente de sujetos de un tiempo y lugar […] las bellezas, que no la belleza, son históricas, pertenecientes también a tiempos, lugares e intereses varios. La belleza es impura, puesto que es histórica

Claramente se establece que no puede existir una idea cerrada sobre que la belleza es una sola, tendríamos que hablar de las bellezas, porque esta varía en un tiempo o podemos también decir que hay tiempos para las bellezas. La belleza entonces es subjetiva y esto contradice su universalidad. Es imposible que esta belleza establecida como de reconocimiento de todos sea en sí misma un juicio ecuménico y desde el sentido de particularidad en su connotación de otra belleza. E n otro núcleo es donde ponemos la vista, la percepción, nuestro ser, conocer y sentimiento hacia el arte prehispánico y su comportamiento estético distintivo. A partir de esto es posible atreverse a plantear; aunque las categorías estéticas hayan surgido en occidente y estas asuman adjetivos como sustantivos para la categorización del mundo, el arte prehispánico siendo una estética de otra belleza, esta particularidad, puede también proponer categorías que solo puedan ser sustantivos que siempre estarán en relación con algo más que no es un adjetivo. Esa sustantividad se puede convertir en un símbolo, y de hecho se puede entender que ésta ha sido la tendencia, lo explico mejor:


TENDENCIAS DE LAS CATEGORÍAS ESTÉTICAS OCCIDENTALES: LO BELLO, LO SUBLIME, LO TERRIBLE, LO FEO ETC ----- ADJETIVOS CONVERTIDOS EN SUSTANTIVOS O SUSTANCIA QUE PUEDE SER ADJETIVIZADA EJ.
LA GIOCONDA ES PROPORCIONADA, LA GIOCONDA REFLEJA LO BELLO (ADJETIVO CONVERTIDO EN SUSTANTIVO)
LO BELLO ES PROPORCIONADO, LA GIOCONDA ES BELLA (SUSTANCIA ADJETIVIZADA)
TENDENCIAS DE LAS CATEGORÍAS ESTÉTICAS PREHISPÁNICAS: LA VIDA Y LA MUERTE, LA TIERRA Y EL CIELO ---- SUSTANTIVOS EN RELACIÓN CON ALGO MÁS QUE NO ES UN ADJETIVO. EJEMPLO.
LA VIDA Y LA MUERTE ---- NO SON BONITA Y FEA SINO QUE SE OBSERVA EN, PONEMOS EJEMPLOS: SACRIFICIOS HUMANOS, ARTE. ETCÉTERA
Y nada de lo anterior contradice a la estética, como bien dice Fernández: “La estética no puede ser de lo general sino de lo particular, de aquello que nos atrae, emociona y revela unos sentidos de la realidad que nos interesan fundamentalmente […]” . Lo que ha sucedido también es que esas artes, que no son las occidentales, fueron descubiertas con la marca indeleble del arte abstracto, elevadas en sus cualidades formales, pero han sido desterradas de su verdadera realidad, fueron sustraídas de sus consideraciones cosmogónicas, históricas, de un pensamiento. Debe ser visto, como establece Justino Fernández, desde lo histórico-artístico porque autentica su verdad, es la verdad que los asienta, los reconoce, los comprende, no han surgido con base en principios occidentales sino bajo otros fondos religiosos, mágicos y trascedentes en cuanto a su conformación sagrada.
Sí logramos entender un elemento de interconexión dentro del arte prehispánico, este explicará por sí mismo la categoría de relación, pero no como esencia de un pensamiento occidental, sino según Levi Strauss , en la introducción de su libro “Mitológicas” (lo crudo y lo cocido):
[…] mostrar de qué modo categorías empíricas, tales como las de crudo y cocido, fresco y podrido, mojado y quemado, etc., definibles con precisión por la pura observación etnográfica y adoptando en cada ocasión el punto de vista de una cultura particular, pueden sin embargo servir de herramientas conceptuales para desprender nociones abstractas y encadenarlas en proposiciones.
Lo que Strauss aporta a esta reflexión fundamental es que todos los seres humanos, absolutamente todos categorizamos el mundo, lo importante es descifrar, saber, comprender que no lo categorizamos igual. Lo que sería la relación como categoría para el pensamiento occidental será un elemento reflejado en la palpabilidad visible y reconocible en el comportamiento del arte mesoamericano.
Cada parte realizada, cada hecho razonado e imaginado se convertía en un objeto concreto que no pierde su aspecto sensible, la singularidad de ellos se vuelve por tanto estética en enlace con la percepción de los mismos. En cuanto a la comprensión del fenómeno estético en el arte prehispánico, no podemos perder de vista la relación significativa del sujeto con el objeto, esto se da en la medida que existe en cuanto a satisfacción, y esta resolvía adecuadamente sus necesidades profundamente humanas, reflejadas en símbolos.
Los objetos artísticos, las formas realizadas, las formas interpretadas, las metáforas en cada línea, círculo, área o trazo, parten de la expresión misma de una distancia con el misterio, pero que lograba en realidad una concreta comunicación. El arte para el hombre prehispánico fue un vehículo necesario, complicado ante nosotros, pero necesario para comprender que el arte en realidad, en su concepción estética, plantea su negación de lo inútil. Enriqueció el arte al hombre del México antiguo, el mensaje les fue alentador y produjo un cargado simbolismo que representa a lo más sublime del florecimiento humano.
Sánchez Vázquez se refiere a que:
[…] las categorías estéticas son históricas. No pueden ser separadas de la historia de la realidad de la que son su expresión teórica, abstracta, ni tampoco de su propia historia: historia de los ideales estéticos y de las realizaciones artísticas de esos ideales, y todo ello como parte indisoluble de la historia real de la sociedad.”

Cierto es, como decíamos con anterioridad, que el hombre prehispánico partió de sus propios sentidos perceptivos y razonados en sus realizaciones, no dejó de participar en un proceso que devino y que le fue simplemente heredado, la conciencia de la herencia era un aspecto más en concreto vinculado con el amor y la lealtad al conocimiento y a la perdurabilidad de aprendizajes terrenos, mundanos y cosmológicos en general. Partir de esto permite categorizar en un camino que no se supone fácil, pero tampoco imposible para el arte prehispánico, lleno de singularidades y conceptos propios.
La estética no solo está enfocada en las vivencias producidas en el hombre, sino también en su actividad creadora. En el caso del arte prehispánico lo podemos observar en la fabricación de objetos de uso diario, que podemos explicar en el sentido mismo de la creación artística con el empleo frecuente de la estilización, que subraya ciertos rasgos y anula todo lo demás que no le es característico, y lo traduce en una forma sensible y palpable, así también su preocupación por la decoración del medio que lo rodea. Si de manera esencial nos ubicamos ante piezas que nos parecen fantásticas y poco naturales, rasgo que nos acosa y acusa occidente, estos rasgos, en sí mismos, también nos ahuyentan toda sospecha de utilizar la estética y sus famosas categorizaciones occidentalizadas para introducirnos en el entendimiento del arte mesoamericano, sencillamente, porque la razón reside en las ideas que se proponían transmitir. López Austin se refiere en este sentido a: “[…] el pensamiento ajeno ya no puede sernos indiferentes: con él nos descubrimos un rostro novedoso; lo ajeno no nos muestra insertos en la complejidad de lo diverso.”
El proceso en el que están inmersos los productos artísticos, no aspiran alcanzar la terminología de lo acabado, de lo facturado impecablemente, sino que lo que importa, durante y luego, es el uso, la utilidad en diversas índoles, no se busca embellecer, se busca conversar con lo otro, que es igual, que es naturaleza, que es cosmos, que es lo inatrapable con lo sagrado. La búsqueda de la belleza no es ni siquiera una idea ubicable, porque lo bello, ante el mundo de occidente, es un contrario contundente de lo feo. Lo bello, entre muchas cosas es simétrico, es útil, es proporcional, por ende, lo feo es todo lo contrario. Aspectos como lo simétrico y lo proporcional, serían categorías de elevación jerárquica en su concepción de la belleza que se retoman perfeccionándose en épocas del Renacimiento, por ende, lo feo es todo lo contrario, lo feo es lo malo, los malos en las tragedias griegas eran los feos. Lo feo en El Renacimiento jamás cabe en el mundo de la creación artística, pero parafraseando a Sánchez Vázquez, lo feo es también una consideración estética, porque se sale de lo cotidiano, lo feo es una afectación emocional, es una consideración del mundo.
Si lo vemos así de simple, el arte prehispánico para los ojos de Occidente y sus estudiosos de la estética, así como el pensamiento que rige en una totalidad a sus individuos, no debe ser tratado como estético, ni desde la estética, porque no contiene los rasgos necesarios que lo compongan de lo bello, entendiendo que de lo bello se ocupa la estética occidental, incluso, cuando ha negado su esencia, en este punto un ejemplo es el arte de las vanguardias, en donde lo bello no es ineludible al arte. Y aunque esto al parecer no permite comprender la categoría simbólica debemos sospechar que la diferencia hará que lo que sería un símbolo para Occidente no lo sería jamás para los precortesianos y viceversa.
Leopoldo Castedo nos da más razones: “[…] la libertad de expresión individual, en el concepto desarrollado por la Europa del Renacimiento, no tiene vigencia ni sentido alguno en este hombre que estaba, además, encadenado totalmente a su mundo” . Por lo tanto, sus categorizaciones del cosmos, estéticos y simbólicos, no siempre se podrán ver separados, pero tampoco podemos observarlos desde las perspectivas occidentales del análisis de estos aspectos, ya que están enmarcados por otras realidades, cito por eso a Fernández:

Al arte indígena antiguo ha de vérsele como expresión histórica y artística tan válida como cualquier otra y ha de procurarse descubrir sus propios valores estéticos, su original belleza, diferente de la clásica y tradicional. Es un arte simbólico por naturaleza.

No nos interesa para el arte mesoamericano el pensamiento dualista de no integración de pares, nos importa el concepto de lo dual como interacción definitoria y constante de necesidad de dos figuras hermanadas. Lo que la vida y la muerte es para los mesoamericanos implica una integración que sobreviene en necesidad básica de eje central de la existencia y de todo lo que el mundo es, la vida se genera del proceso de la muerte y la muerte es el fundamento de generación de vida. Si acompañamos al ser humano prehispánico en su percepción del mundo a través de su pensamiento podemos relacionar los fenómenos naturales con su cosmogonía, si hacemos esto como un ejercicio perceptivo nos resultara adecuado y lúdico para comprender esta visión cíclica que los describe y que justifica la dualidad.
Por ejemplo, el fenómeno natural de los días y las noches son una respuesta a lo que cíclicamente sucede sin que le hombre intervenga en el movimiento del universo, consecuencia de ello, el día que posee al sol como elemento simbólico permite la mejor visibilidad de las cosas, hace de la luz un sustento categórico, ahora bien, la noche con la luna como elemento simbólico reduce la visibilidad y lo oscuro es su connotación categórica, pero la noche viene siempre después del día y viceversa, una depende de la otra y a su vez registran el paso del tiempo. Se desprende que: pensar cómo piensa el universo es pensar como pensó el prehispánico. Los recursos son aquellos que categorizan, como el orden vertical, que en ellos se concentra en:
ESPACIO CELESTE
SUPERFICIE TERRESTRE
EL INFRAMUNDO
Ninguna de estas categorías de comprensión del mundo son ajenas una de otra, para el hombre mesoamericano el equilibrio del universo depende de lo que suceda en la superficie terrestre, digamos que, las acciones, como el sacrificio humano, la fabricación de edificios, y objetos de toda índole, son la necesidad invariable de concentrar el orden para que a través de las acciones y practicas variadas, el día de paso a la noche, la noche de paso al día, la vida de paso a la muerte, la muerte de paso a la vida, el espacio celeste y el inframundo se comuniquen para que el tiempo no se interrumpa. Por tanto, todo lo que sucede en la superficie terrestre es esa centralidad, esa mediación.
Es necesario hacer referencia a una categoría con las que se intenta relacionar El Hueco. Lo Palpable es algo difícil de explicar a partir de algún autor, es comprometido encontrar una teoría definida, así que la explicaremos desde uno de sus significados que considero es el más viable y el posible para explicar la presencia no siempre visible del Hueco. Palpable parte del verbo Palpar que el diccionario de La Real Academia Española explica de la siguiente manera: “(Del lat. Palpare) Tocar con las manos una cosa para percibirla o reconocerla por el sentido del tacto. Emplear el sentido del tacto para orientarse en la oscuridad. Conocer una cosa tan claramente como si se tocara”.
Nos interesa aquella acepción que hace referencia al reconocimiento de algo, de la forma clara en la cual, sin necesidad de tocar se puede reconocer, cuando decimos palpar , decimos que percibimos, nos damos cuenta, reconocemos, incluso, si introducimos nuestras manos, nuestro sentido del tacto en algo, sea este, en superficie o en profundidad, en realidad lo que hacemos es comprender en nuestra percepción. La presencia, lo que tocamos en contexto es aquello que contiene ese algo, un si evidente al palparse con el tacto, incluso, con la vista.
Lo palpable aquí, aunque pueda ser tocado, es una relación más de índole visible, no en su acepción burda de mirar, sino de reconocimiento, por eso lo palpable lo podemos insertar dentro de la percepción, porque esta permite al organismo a través de los órganos de los sentidos, vista, olfato, tacto, oído y gusto, tomar, procesar e interpretar la información proveniente del entorno y hasta de uno mismo.
La percepción reverencia los estímulos sensoriales logrados a través de los cinco sentidos mencionados, ellos dan una realidad material del exterior. Cabe señalar que el cerebro no es un máquina registradora, lo que hace es que al mismo tiempo que registra interpreta el sentido de las impresiones. La percepción es un acto mucho más complejo de lo que suponemos, entendemos que la percepción no puede ser comunicada, este es un acto difícil porque se deducen sus relaciones imaginarias. La verdad es compleja de ver, digamos que lo que reconocemos como una verdad exterior es inmediatamente una verdad interior, por tanto, las percepciones son un combo externo-interno en relación con la imaginación.
Está claro entonces que la percepción no es distinta de lo que conocemos como imaginación, porque siempre se proyecta sobre las percepciones cierto nivel de entelequia. Distinguiéndose entre sensación, es decir, la recepción del estímulo y percepción que incluye el conocimiento de la existencia del objeto, cabe ahora mismo denotar su relación con la categoría de lo palpable, cuando este se muestra, como nos interesa, que es en su calidad de reconocimiento del objeto o elemento, por un previo conocimiento del mismo, sin que tenga necesidad de observarlo o al observarlo quede claro de qué objeto o elemento se trata. El exterior actúa sobre el interior y el interior traduce lo exterior, conduciéndose al estado, donde no solamente se combinan diversas sensaciones, sino donde también integro los nuevos estímulos percibidos en experiencias pasadas, el recuerdo o la memoria permiten el proceder de lo palpable.
Lo palpable posee, como veíamos, una relación directa con la percepción, esta, converge en todos los sentidos del ser humano. Estos sentidos que conocemos como el del olfato, la vista, el tacto, el gusto y el oído, cada uno asumiendo un puesto jerárquico en dependencia de los efectos exteriores. Lo palpable hace esta diferenciación jerárquica cuando asume lo visible en dos connotaciones, cabe aclarar que, intentando explicar una categoría, que asumo nueva, como lo es lo palpable, proporciona una amplitud de relaciones más. Lo palpable-visible hace que al mirar reconozca el elemento que frente a mí se encuentra. Lo palpable-visible, en relación con el tacto y el oído, permite que reconozcamos el elemento o la cosa o el objeto, que muchas veces corresponde con su presencia cotidiana, y tocarlo sin verlo o escuchar su designación sin verlo, nos permite reproducirlo en nuestra mente, y por lo tanto, hacerlo visible.
Lo palpable es un reconocimiento visible que sucede a través de los órganos de los sentidos, pero lo palpable también es lo invisible porque aquello que es visible muchas veces lleva la carga de lo inatrapable. Los elementos pueden connotar lo invisible cuando estos categorizan el mundo, lo tratan de explicar, cuando se elevan a lo estético, cuando lo estético los apropia. Lo invisible, por ejemplificar, se relaciona con el tiempo, la muerte, el espacio, el sonido etc. Cada uno de ellos es inatrapable en cuanto a lo tangible (lo tangible es el elemento o cosa que evoca eso inatrapable) o en su aspecto palpable-visible-visual incluso en lo palpable-visible-táctil o en lo palpable-visible-sonoro, recordemos sonido en cuanto a la palabra que permite la relación con la cosa, en este caso la palabra connota cosa, pero la cosa, en cuanto a lo que cosa significa literal. En cambio lo invisible es para la cosa, lo que esa cosa connota de iliteralidad lo que esa cosa evoca inatrapable.

FIG 1. Altar Olmeca, monumento 4, La Venta. Material: Piedra. Los altares fueron encontrados en los yacimientos de La Venta, San Lorenzo y La Laguna de los Cerros. Imagen obtenida del libro: “40 siglos de Arte Mexicano”. P. 39.

Quizás exista una idea de interior que se sumerge en el pensamiento profundo mesoamericano, a partir de que los olmecas advinieron un modo - hueco que se plantea en las fauces del jaguar, algunas figuras salen del hocico de un animal, como se puede observar en numerosos altares, percibiéndose una figura sedente emergiendo como de una cueva, pero que se interpreta boca, fauces, dígase hueco, símbolo que bien podría representar al dios o diosa del inframundo, donde lo terrible no alumbra lo terrible sino lo sublime, un parto que simboliza desde entonces una visión vida-muerte.


FIG 2. Representación del Monstruo de la Tierra, conocida como monumento 9, se encontró en Chalcatzingo. Valle de Amatzinac, Estado de Morelos, frente al edificio que según parece era la residencia del soberano, (Munson-Williams- Proctor, Institute Museum of Art, Utica, EE.UU). Imagen obtenida del libro de Domenici: “Los Aztecas: tesoros de las grandes civilizaciones” P. 29.

Una claridad de mundo intermedio lo puede establecer esta representación del Monstruo de la Tierra con las fauces abiertas. El hueco que percibimos sugiere que el soberano lo atravesaba en el transcurso de rituales públicos en los que se escenificaba su “salida” de la boca del monstruo, morir-renacer, un hueco de advenimiento cíclico.
El arte prehispánico tiene un carácter eminentemente simbólico, abstracto y metafórico, lo que se insiste con ello es que no busca el reflejo de la representación naturalista, sino la expresión simbólica. Fuera de las ideas universales de encontrar estilos en el arte, en el universo prehispánico, el arte no se estiliza, no se le da un estilo a la naturaleza, sino que se expresa el sentido que se tiene de ella. El arte prehispánico no busca lo ornamental, ni lo decorativo, así que esto nos obliga, de cierta forma, a alejarnos de la suave amarra de la belleza clásica.



BIBLIOGRAFÍA

LIBROS
Castedo, L. (1972). Arte precolombino y colonial de la América Latina. España: Salvat.
Fernández, J. (1990). Estética del Arte Mexicano. México: Universidad Nacional Autónoma de México.
Fernández, J. (2009). Arte Mexicano. México: Porrúa.
Gombrich, E. H. (1997). La Historia del Arte. New York, E.U.A: Phaidon.
López Austin, A. (1989). Cuerpo humano e ideología. México: Unam.
Paz, O. T. (2009). Materia y Sentido El arte mexicano en la mirada de Octavio Paz. Ciudad de México, México: Oceano.
Sánchez Vázquez, A. (2007). Invitación a la Estética. México: De Bolsillo.



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