YONNY IBÁÑEZ: ACERCAMIENTOS A LA TRISTEZA EN LA PINTURA CUBANA
IN MEMORIAM
MHA. MARIA TERESA ACOSTA CARMENATE

“El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos”.
José Martí

La historia cultural de Cuba está plagada de eventos atroces, la tristeza ha fructificado en el devenir de sus creadores, si bien profesan sin lamentos, también ríen lamentándose. En la isla estar triste es algo extraño y no se puede llorar más que a un muerto inesperado. Algunas de estas circunstancias se pueden visualizar, sobre todo, a partir de 1959, por ejemplo: los exilios recurrentes, las salidas masivas del país, en una sociedad que no solo bloqueó intereses privados desde aspectos económicos, sino también desde el intelectual. La libertad de expresión solo fue un falso vehículo de adoración a la clase en el poder, junto a las separaciones familiares, necesidades económicas, espirituales o de cualquier otra magnitud. Muchos han visto la muerte sin volver a verse enfrente de su realidad materna. Cualquier acontecimiento migratorio es lamentable y ha sido una constante en la historia universal, Cuba no ha sido la excepción.

Yonny Ibáñez nació el 17 de Marzo de 1933 en La Habana pocos años después de la abolición de la esclavitud, así que la discriminación racial no era tema superado, si bien su abuelo nació libre, sus bisabuelos murieron esclavos, estos arraigos dolorosos que arrastra la historia, también desde lo particular, son impulses que golpean y sacuden mundos internos. Yonny, además, fue víctima de acontecimientos lastimeros, provocados por situaciones provenientes del proceso ideológico dentro de la Revolución Cubana. Sobre esto, los intelectuales isleños tuvieron diferentes visiones y bajo políticas sociales impositivas del nuevo gobierno diversos fueron críticos exhaustivos, otros apoyaron la causa, bajaron la voz o buscaron fronteras donde asilarse. El costo de las ideas contrarias al proceso revolucionario se reflejó en: discriminados, encarcelados, sojuzgados, asilados y perseguidos. Estas realidades aunque a algunos no les tocó directamente, si fueron perjudicados a través de leyes impuestas desde lo absurdo, el menoscabo sufrido a algún amigo o persona cercana.
El notorio “Grupo Espacio”, dirigido por su maestra la pintora Loló Soldevilla en el año 1965; fue un parteaguas en la historia de la plástica cubana; que desgraciadamente muchos no recuerdan, y que podemos conocer gracias a la disciplina archivista de Ibáñez y su amor incondicional al arte cubano. Este grupo, al que también perteneció, fue parte de la 1era Bienal de artistas noveles de Cuba, en el salón de Artes Plásticas, organizado por la UNEAC en 1969, en el Salón Nacional de Pinturas y dibujos que tuvo por sede el Museo de Bellas Artes en 1970 y en la Expo Brigada Hermanos Saiz en 1972 .
Yonny refería: “Presentamos una pintura conceptual, que no coincidía con los criterios más en boga entonces, y hubo quienes nos tildaron de esteticistas, extravagantes, y eso creó un obstáculo. A inverna (pintora perteneciente al Grupo) le cerraron una muestra a los dos días, por una mala interpretación del título” . Las víctimas de la creación, como así se puede ver, han tenido que subyugarse ante lo tiránico, o como Yonny, ante la paz de una finca heredada, llena de vegetación exuberante que le permitió no fallecer de tristeza, expresaba: “Claro, si hubiésemos pintado lo que se prefería, todo hubiese sido muy gracioso, muy oportuno y lucrativo, pero hubiese sido un arte falso, superficial e hipócrita, que no merecía la pena hacer. En la pintura, como en la vida, el engaño no vale nada, y cuesta caro” .
Muchos, iconos de este grupo, han tenido diferentes destinos. Arístides es reconocido como un excelente caricaturista, de algunos no se sabe, como de la coreógrafa y bailarina Maricusa Cabrera. A Jaime Bellechasses le tocó un destino desgarrador, preso en los años setentas en Cuba por motivos políticos, emigró a los Estados Unidos donde jamás dejó de llorar de nostalgia y vivió encarcelado de angustia, murió de Sida y en el olvido. El pintor Fonti terminó loco y nunca quería recibir a nadie en su casa . La influencia dramática que en 1971 tuvo la muerte de Loló , marcó un hito en los jóvenes de entonces que veían en ella: la rebelión, la musa, el hilo conductor de una realidad difícil, que convertía en quimera dentro de una sociedad que buscaba el enfoque ideológico, sin pretender concebir a la cultura como parte de este desenlace.
En los años setentas Yonny trabajaba en el departamento de diseño del Instituto del libro Cubano y conoció a Virgilio Piñera. En Cuba por esa época se realizaban antologías de cuentos y poesía, las obras virgilianas no eran incluidas. La Ciudad Celeste, como Virgilio bautizaría la casa de los Ibáñez, donde fue llevado por Yonny en un rescate humano y amoroso, fue un universo cultural que reafirmó no sólo la creatividad, sino su permanencia, su fuerza, que a pesar de todo lo cesado jamás traicionaría lo no renunciable: la mismísima dignidad. Destacaría que en toda Cuba, ni en esos años, ni en posteriores del devenir de La Revolución Cubana, ha habido sitio alguno con el fervor, inteligencia y acogida a la cultura como lo fue La Ciudad Celeste.
Por los años 1977 o 1978, el poder político victimizó estas reuniones determinando que allí no se hacía cultura, se imputaba y se conspiraba en contra del gobierno. No fue tan simple, de esto resultaron vetos eternos. Otros fueron castigados en la cárcel (como fue el caso de Yonny) o la tortura, la persecución y finalmente el abandono patrio. Un año más tarde de estas estampidas dictatoriales contra todo acto cultural visto desde “lo extraño”, muere Piñera víctima de un infarto cardiaco.
Los relegados, no solo han fallecido, han extraviado el rumbo de la creación o partido al suicidio del migrante. Yonny permaneció, pero la lluvia interminable de amigos invisibilizados, la dureza de la censura, bien por su condición homosexual, artista, rebelde, categórico, profundo, metódico, digno y soberbio, lo llevaron a reiterarse en sonidos creadores. Las tertulias en La Ciudad Celeste se reanudaron en el año 1988, con exactitud el 2 de septiembre, desde entonces se perpetuaron en la sistematicidad hasta su muerte. El foco cultural, la visión de mecenas, la multiplicidad de oficios artísticos que allí se revelaban han sido constante que solo la muerte arrebató de su lugar físico, jamás de la memoria.
Ibáñez no era un simple mortal agobiado, fue una mezcla infinita de razas que permean en un temperamento, las circunstancias provocadas por lo inadmisible, no pueden dejarse de plasmar, porque le son innatas y trepadoras al acontecer de su labor artística. Sus figuras se asoman a la mancha urbana, desde su posición racial, con seguridad protestan un sitio en la sociedad, negado desde el prejuicio, no solo étnico, sino sexual, religioso, místico. En los años noventas crea una serie “Gente de color” que habla de la madurez alcanzada como artista visual, en donde destaca la obra Los Testigos, muestra de una gama impulsiva de desgarre emocional.
Su plástica demuestra no solo la capacidad de entonar la tristeza, es el reflejo onírico de la verdad, retorno a lo perdido y grito despavorido de la identidad. El uso del color que permite la solidez de una emoción melancólica, líneas que provocan sensación de agotamiento, singular forma de las múltiples miradas, gestos desafiantes, crítica social. Los rasgos negroides, simbólicas mañas que definen a una raza, y más que eso, a un pueblo.


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